Qué es
El colon irritable, cuya denominación más exacta es Síndrome del Intestino Irritable (SII), es un cuadro crónico y recidivante caracterizado por la existencia de dolor abdominal y/o cambios en el ritmo intestinal, acompañados o no de una sensación de distensión abdominal, sin que se demuestre una alteración en la morfología o en el metabolismo intestinales, ni causas infecciosas que lo justifiquen. También se ha denominado colitis nerviosa, colitis espástica ó colon espástico. Todas estas denominaciones se consideran hoy erróneas e incompletas.
Causas
Hasta hoy, no se conoce ningún mecanismo único que explique por qué los pacientes con colon irritable sufren estos síntomas de forma crónica y recidivante. Desde un punto de vista general, lo más aceptado y demostrado es que existen alteraciones de la motilidad y/o de la sensibilidad digestiva, influenciadas por factores psicológicos. Además, se han propuesto otras diferentes alteraciones que también podrían influir en esta enfermedad: gastroenteritis, intolerancias alimentarias, alteraciones hormonales y factores genéticos.
Síntomas
Los síntomas digestivos propios son el dolor y la distensión abdominales, y la alteración del ritmo intestinal.
El dolor abdominal suele ser difuso o localizado en hemiabdomen inferior, habitualmente no irradiado, de tipo cólico, opresivo o punzante, en general leve o de moderada intensidad, con una duración inferior a las dos horas, que alivia tras la defecación y que suele respetar el sueño. El inicio o la presencia del dolor abdominal se asocia habitualmente con deseos de defecar o con cambios en la frecuencia o consistencia de las deposiciones y frecuentemente, el paciente relaciona su comienzo con la ingesta de algún alimento.
Las alteraciones del ritmo intestinal pueden manifestarse con predominio del estreñimiento o de la diarrea, o de forma alterna diarrea-estreñimiento. La distensión abdominal y el meteorismo se desarrollan progresivamente a lo largo del día y son referidas como "exceso de gases". Son frecuentes la saciedad precoz tras la ingesta, las nauseas, los vómitos y el ardor torácico (pirosis).
Otros síntomas son la sensación de evacuación incompleta y la presencia de moco en las deposiciones.
Prevención
Una alimentación adecuada puede ayudar a prevenir futuros problemas de colon irritable. Se aconseja que las comidas sean pobres en grasas y ricas en proteínas y fibras (un buen ejemplo para cumplir estas recomendaciones sería seguir el patrón alimentario de la dieta mediterránea). Hay alimentos que además pueden provocar una mayor cantidad de gases como la col, las legumbres, los frutos secos o las bebidas alcohólicas, que estos pacientes deben evitar para paliar dolores o molestias.
El agua también puede ayudar a reducir la irritación si se bebe entre un litro y medio y dos litros al día, ya que además previene el estreñimiento y facilita el movimiento del bolo alimenticio. Se recomienda también intentar comer todos los días a la misma hora, así como regularizar las horas de deposiciones preferiblemente después del desayuno, según indica la Clínica de la Universidad de Navarra.
Hacer ejercicio de forma regular también es recomendable, al producir una mejora de la movilidad intestinal. Intentar evitar situaciones que generen estrés o ansiedad también puede ayudar a evitar una irritación.
Diagnóstico
El diagnóstico se basa en una minuciosa historia clínica junto a una completa exploración física, las cuales nos orientarán hacia la posibilidad de tratarse de un colon irritable. Entonces, para completar el diagnóstico de sospecha, deberemos realizar diversas pruebas complementarias que nos descarten la existencia de patología orgánica (diagnóstico por exclusión). Entre estas pruebas complementarias podemos incluir análisis generales y específicos de sangre, orina y heces, estudios radiológicos de abdomen con y sin contraste, ecografía abdominal y sigmoidoscopia o colonoscopia. Dependiendo de los síntomas y de la edad del paciente, determinaremos en cada caso las pruebas más adecuadas para llegar al diagnóstico.
Tratamientos
Es preciso proporcionar al paciente una información adecuada y comprensible sobre las características de su enfermedad, especialmente de su cronicidad y del pronóstico benigno de la misma. Establecer una buena relación paciente-médico favorecerá la evolución y disminuirá el número de consultas.
No hay que minusvalorar las molestias del enfermo, ya que sus síntomas son reales. Una vez que el paciente haya entendido su patología y haya podido resolver todas sus dudas, se pueden iniciar diversos tratamientos dependiendo de la naturaleza e intensidad de los síntomas. Las posibilidades actualmente disponibles incluyen:
Medidas higiénico-dietéticas:
Evitar temporalmente aquellos alimentos y bebidas que desencadenen o empeoren sus síntomas (tóxicos como el tabaco, estimulantes como el alcohol y el café, los que produzcan gases en exceso, etcétera). Aconsejar la realización de ejercicio físico adecuado a su edad y evitar el sedentarismo. Si predomina el estreñimiento habrá que aconsejar el aumento en la ingesta de fibra: frutas, verduras, cereales, ensaladas, etcétera. En este sentido, la dieta mediterránea puede ser un patrón de referencia.
Fármacos:
Sólo cuando la intensidad de los síntomas así lo aconseje, se puede recurrir a la toma de medicamentos dirigidos a controlar el síntoma predominante y durante un periodo limitado de tiempo. Pueden ser inhibidores de los espasmos (espasmolíticos), estimulantes de la motilidad (procinéticos), antidiarreicos, laxantes, antidepresivos y ansiolíticos.
Otras:
Técnicas como psicoterapia, la acupuntura o la hipnoterapia pueden ayudar a algunos pacientes a sobrellevar mejor los síntomas del colon irrititable.
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